Calla, pequeña princesa, calla. Deja que cante yo por ti. Deja reposar tus huesos en ataúdes de cristal. Cierra los ojos. Aletea. Más alto. Aún más.
Hay un cielo sembrado de nubes y estrellas que estiran sus brazos brillantes hacia tu pecho luminoso. Oscuridad en la luz más rutilante. Luz en la oscuridad más ignota.
Escucha las nanas de la luna mientras extiendes los brazos. Deja que ella te acune. Deja que tus quasares llenen tu cabeza llena de pájaros muertos. Deja que exploten las magníficas supernovas en medio del silencio de un millón de soles.
Cuando te caigas, yo estaré allí. Poblaré tormentas y truenos. Agitaré los relámpagos con un chasqueo de dedos. Quiero que tu tumba sea cómoda y caliente. Quiero que no sientas nada. Quiero que sigas soñando con un espacio tan hermoso como silente. Quiero que te pierdas en él para siempre.
Quiero…
Soñar. Volar. Morir. ¿No es acaso todo una misma cosa? ¿No es acaso aquí donde nos perdemos?
Precioso, como siempre.
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