martes, 30 de abril de 2013

Κασσάνδρα

Érase una vez una chica con incendios en el pelo y tempestades en el corazón. La chica que es el grito, la voz y el abismo. La chica que vio la gloria y la magnificencia arder y desangrarse. La chica que caminó entre los escombros de su patria con los aullidos lacerándole las sienes. Las llamas quemaron los muros y la piedra y el mármol y el cielo y la tierra.

Aprende de tus pesadillas rojas

La sangre corrió por las calles como vino derramado. Los cuerpos se amontonaron unos encima de otros como una montaña de pescado podrido. Las espirales de humo alcanzaron el corazón de todas las nubes. Ella quería arrancarse los cabellos para acallar los latidos, los alaridos, los ruegos y los llantos. Ella quería arrancarse los ojos para no ver, no ver, no ver.

Este es el precio que pagan todos los profetas, ¿verdad?

Sus uñas excavan en la tierra, la tierra que la vio crecer, la tierra por la que corría descalza, la tierra cuyos secretos conocía antes de saber ponerse de pie. Ella es la chica maldita. La chica que chilla entre el caos y la hecatombe, pero a la que nadie elige oír.

Aprende a caerte de rodillas

Aprender el arte de la súplica fue la necesidad de su vida. Ella era la chica con lágrimas en los ojos y palabras implorantes en la boca. La plañidera solían llamarla cuando se arrastraba por las calles con aspecto desastrado.

Aprende de la crueldad

Había dejado de creer en los dioses. Pero él sigue deleitándose su agonía de todas formas. Su cuerpo es un templo a punto de derrumbarse, el movimiento de sus caderas es una danza hipnótica, todos los aedos se desgañitarían por cantar sus odas. Sus besos saben venenosos y crueles en la boca. Sus besos la ennegrecen y la corrompen. Cuando las sombras no se habían adueñado del todo de cada parte de ella, se permitía preguntarse cómo el dios de la poesía y el oro podía reírse tan perversamente.

Aprende a amar a los monstruos

Le había pedido que fuese suya. Se lo había pedido mientras le recorría la garganta con la boca, llenándola de deseos más oscuros de lo que jamás podría reconocer. Se lo había pedido metamorfoseado en viejo, en joven, en niño, en criada, en príncipe. Se lo había pedido mientras le susurraba las promesas de imperios y cielos, sus dedos jugueteaban con su melena encendida. Ella veía dientes donde debería haber visto sonrisas, garras donde había caricias, maldad entre verso y verso que grababa en su piel. Su respuesta siempre fue “no”. Su respuesta resonó en sus entrañas cuando su palacio fue asolado.

Aprende a no cerrar los ojos, aprende a vivir con las rodillas desolladas, aprende a vivir con la tragedia entretejida en los músculos, latiendo como otro corazón, recordándote todas las noches tus pecados. Aprende a cavar tumbas. Aprende a vivir como una demente porque no van a escucharte, no quedará nadie para escucharte. Aprende a callarte cuando la furia de un ejército recaiga en tu cuerpo, tu cuerpo pequeño, bello, mitífico. Aprende que tus heridas van a sangrar para siempre.

Aprende, mi querida, querida Cassandra, que los dioses nunca fueron piadosos.

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